¿Quién eres tú, corazón? Nadie me habló de que eras hermano del viento,
aquel viento que me enfría el corazón de remordimientos.
No sé quién fue, pero me dijeron que eras hijo del fuego,
ese fuego turbador que recorre cada rincón de mi cuerpo.
La curiosidad no aguarda y muero por conocerte,
por conocer al dueño de mis sueños y agradecerle,
los mundos y castillos de las ilusiones,
que él alimenta con su existencia.
Y, aún así, es como si te conociera,
como si no guardaras secretos para mí,
como si fueras esa parte de mí que nunca conocí
y, aún así, me pertenece.