Porque las palabras nos hacen distintos a las demás especies.
Porque las letras forman parte de nuestra esencia.
Nuestra alma se materializa en papel y tinta y nos ayuda a revelar nuestras ideas e inquietudes. A través de ellas decidimos, reímos, enamoramos y lloramos. Por eso, cada símbolo que aparece en un papel nos determina.
¿Acaso existe algún otro pasaporte más utilizado y simple que nos lleve a la libertad de nuestros sentimientos?

martes, 21 de mayo de 2013

Punto y seguido

¿Qué pasa contigo? ¿Por qué has vuelto? ¿Acaso te has dejado algo en mi vida que no te he devuelto?
No estoy triste, y eso me frustra bastante. Al contrario, estoy rebosante de felicidad, llevo varios días viviendo en una nube. En aquella nube que creía haber olvidado para siempre. Aquélla de la que me costó tanto dolor separarme.
Y ahora vuelves. Cuando por fin he aprendido a pasar hoja sola y con firmeza. Ahora que ya sé vivir sin ti. Y lo pones todo patas arriba. Y siento que el libro de nuestra historia se cierra y tengo que comenzar de nuevo con los ojos llenos de entusiasmo. Yo no quiero eso. Esto no debería de ser así. Acabó. Yo misma decidí que iba siendo hora de poner punto y final.
Sin embargo, parece ser punto y seguido puesto que has vuelto y por la puerta grande. De forma inesperada y sin vacilar vuelves para destrozar las cenizas que quedaron en mi corazón. Y lo vas a conseguir, algo me dice que así será. Sólo esta semana de aturdimiento y ligereza te pueden sugerir lo mucho que me ha afectado tu vuelta. ¿Sabes? En mis pensamientos has vuelto a reinar, por muy indignante y triste que sea.
Punto final. No paro de darle vueltas a nuestra historia. ¿A cuento de qué has vuelto? ¿Ahora? ¿Cuándo me he recuperado de tu ausencia? No me lo puedo creer. Empiezas a pintar las paredes de mi alma de los colores de la primavera y soy consciente de lo que eso traerá. Lo sé, pero, a la vez, estoy reviviendo aquellos momentos tan bellos del amor que creía que no volvería a sentir. Dime de una vez: ¿qué quieres? ¿No tuviste bastante?
Aunque me mantenga reacia a reavivar los rescoldos de lo que fue en un tiempo, aunque me niegue totalmente a participar en tu maquiavélico y loco plan, solamente tu simple retorno ha hecho saltar todos los plomos de cordura que he ido recuperando. Y, a mi pesar y a traición, mi corazón me ha hecho pensar en nuestro futuro común, mientras mantenía una ardua batalla con mi valiente y pobre razón que no quiere más dolor.
No paro de pensar a dónde me va a llevar todo esto. Ni qué camino tomar. Solo me repito constantemente; ¿por qué?

viernes, 29 de marzo de 2013

Épocas


Qué raro está todo ahora que ya no queda nadie aquí. Aunque ya estoy acostumbrada a este frío seco, he de reconocer que añoro por momentos aquellos días cálidos y espléndidos que regalaban rayos de luz a mi vida. Y es que han cambiado tantas cosas en tan poco tiempo.

Todos dicen que me ven mejor que nunca, que es una alegría verme así, inclusive yo misma me lo afirmo todos los días frente al espejo. Sin embargo, hay días que encerrada aquí me doy cuenta de lo mal que estoy y el dolor que quema mi pecho. Os añoro y, eso, es algo que solo yo siento.

Hace tanto tiempo que no escribo… y, sinceramente, no me alegra hacerlo puesto que mis sentimientos sombríos me han arrastrado hasta aquí. Hoy, es uno de estos últimos días en los que me he vuelto a mirar al espejo y he dicho ¡basta, ya no puedo más! ¿Dónde? ¿Dónde quedó aquella joven que quería comerse el mundo, aquella que soñaba con llegar a lo más alto, ésa a la que con una sonrisa le bastaba para seguir adelante? No, no lo sé y, lo peor, no creo que nadie lo sepa. Aunque yo trate de negarlo, sé que todo aquel cúmulo de pequeñas e insignificantes cosas me ha cambiado. Lo sé. Me duele. Lo siento.

Este cúmulo me ha destrozado por dentro. Ha sido todo tan rápido que no me ha dado tiempo a prepararme. Y lloro. Lloro mucho o, por lo menos, mi corazón lo hace con constancia. Después de una época próspera y exitosa, sabía que vendrían épocas peores, de pocos frutos, pero… ¿tenía que ser todo así de frío? Por mucho que mienta, sólo consigo acallar mi agonía por poco tiempo. Y este orgullo mío me mata; ¿por qué no grito al mundo que muero, que sufro una muerte lenta que congela cualquier atisbo efímero de felicidad? ¿Por qué no dejo mi orgullo y no corro hacia la salvación? ¿Por qué mi miedo?

Miedo. Miedo a soñar, miedo a dejarme llevar y miedo, tal vez, a fracasar. Mi cuerpo se cierra totalmente hacia cualquier nuevo contacto o amistad que trate de seducir mi corazón. Y mi corazón no quiere, no quiere a nadie y esto me mata. ¿Por qué soy así? ¿Por qué me he convertido en esto? Solo deseo que el amor y la calidez llamen a mi puerta pero me niego si quiera a darles la oportunidad. Tengo tanto miedo por sufrir de nuevo que cualquier nueva amistad la someto antes a las frías leyes del razonamiento. ¿Estoy loca o qué me pasa?

Quiero calor. Calor en mi vida. Quiero luchar sin importar el riesgo, quiero ilusionarme con una sonrisa, quiero sentir cada aprecio. Quiero, exacto, quiero ser una loca, quiero vivir y no quiero, miedo me da, seguir mucho más tiempo así, muerta por dentro, tan muerta, que con el paso del tiempo me secaré y solamente mis cenizas hablarán de lo que en un tiempo sentí, viví y amé con toda la locura que me pudieron dar antes de quitármelo todo.

Me gustaría que, por una insignificante vez, las cosas salieran bien. Solamente eso.