Porque las palabras nos hacen distintos a las demás especies.
Porque las letras forman parte de nuestra esencia.
Nuestra alma se materializa en papel y tinta y nos ayuda a revelar nuestras ideas e inquietudes. A través de ellas decidimos, reímos, enamoramos y lloramos. Por eso, cada símbolo que aparece en un papel nos determina.
¿Acaso existe algún otro pasaporte más utilizado y simple que nos lleve a la libertad de nuestros sentimientos?
En esta etapa de mi vida, en la que comienzo a torturar mi mente llenándola de paradojas y conjeturas, no puedo dejar de preocuparme por preguntas tan estúpidas como el sentido de la vida. No dejo de observar mi alrededor y entenderlo como si se tratara de las piezas de un puzle. No obstante, lo peor es que no descubro nada bueno en esta peculiar aventura que nos prepara la vida.
No logro comprender el fin de toda esta sociedad que se mueve al ritmo de la envidia, la soberbia y el egoísmo: ¿dónde están los valores que nos enseñaron de pequeños? ¿Dónde quedan la justicia, la solidaridad, la verdad y el amor? ¿Qué hay de la bondad?
No puedo ver más allá del éxito de personas que han alcanzado la fama y la riqueza a través de hechos banales y comentarios sin novedad, mientras que los que se han esforzado para conquistar sus sueños, como nos han enseñado, se han quedado en la puerta de la felicidad y se quedan atrás de los que desean el poder.
En esta etapa de mi vida, no consigo darle claridad a esta lucha contra la honradez. No sé qué es lo bueno, qué es lo que conlleva todo esto, por cuál camino decantarme… No sé si merece la pena decir la verdad, compartir, amar, o, por el contrario, si lo mejor es caer en el instinto que nos hace ser monstruosos a los ojos del mundo.