Porque las palabras nos hacen distintos a las demás especies.
Porque las letras forman parte de nuestra esencia.
Nuestra alma se materializa en papel y tinta y nos ayuda a revelar nuestras ideas e inquietudes. A través de ellas decidimos, reímos, enamoramos y lloramos. Por eso, cada símbolo que aparece en un papel nos determina.
¿Acaso existe algún otro pasaporte más utilizado y simple que nos lleve a la libertad de nuestros sentimientos?

martes, 12 de enero de 2016

Hoy no estás


Soy feliz.

Por mi calle ya no pasa tu coche. Ya no me sigues allá por dónde voy. Ya no estoy en tu lista de contactos. Ni siquiera has intentado volver a mi vida por octava vez.

Soy libre.

Me encanta que allá donde vaya no esté tu sombra observándome. Ni tu coche en frente de mi ventana. Ni saludes a mis amigos. Adoro que no preguntes por cómo estoy después de tantos golpes.

Vuelvo a sonreír.

Porque ya no pienso en si estarás celoso de verme con otro. Ni me pregunto con quién estarás un sábado por la noche. Tampoco sé ya los nuevos acontecimientos que te quitan el sueño por las noches porque afortunadamente no te has preocupado de dejarme pistas.

Ojalá esto fuera para siempre. Ojalá no volvieras nunca más. De verdad, lo juro, no vuelvas a escribirme de forma casual. No vuelvas a aparecer por las calles fingiendo simpatía y cariño. No me sonrías. Ni se te ocurra darme dos besos. Ni mucho menos invitarme a un café para ponernos al día. Que sepas que en la despedida no dejaría ni loca que me besaras de nuevo. Tampoco te cogeré el teléfono para que vuelvas a pasar horas hablándome de política. No discutiré contigo nunca más porque ya no me interesa lo que dices. No, no te plantes en la puerta de mi casa pidiendo que volvamos. No me digas que me quieres. No me digas que me has echado de menos. No existe la posibilidad de volver a empezar, te responderé fríamente.


Porque, en el caso de que todo eso ocurra, volvería a creer en la magia de los sueños.