Porque las palabras nos hacen distintos a las demás especies.
Porque las letras forman parte de nuestra esencia.
Nuestra alma se materializa en papel y tinta y nos ayuda a revelar nuestras ideas e inquietudes. A través de ellas decidimos, reímos, enamoramos y lloramos. Por eso, cada símbolo que aparece en un papel nos determina.
¿Acaso existe algún otro pasaporte más utilizado y simple que nos lleve a la libertad de nuestros sentimientos?

martes, 28 de diciembre de 2010

Paciencia

En estas fechas en las que el frío arranca la calidez de nuestras almas, es un período de preciosa armonía en el que todos se ponen de acuerdo por una vez en amarse.
Las vías de los trenes se congelan atrapando el viaje de mis pensamientos y caricias. Mis manos son incapaces de acariciar la gran capa de nieve que se amontona pero, aún así, percibo el frío de estos días. La navidad es bonita, cargada de esa magia que nos presentan las fiestas y la ilusión. Y esa magia no es ficticia, es tan real como las ganas de volar, de sonreír y de sentirte una reina por un día. Esa magia es real, no obstante, hay que vivirla.
La enfermedad cubre gran parte de mi ser. Una enfermedad que mantiene en calor gran parte de mi cuerpo cuando debería de estar congelado, desconectado, aislado. ¿De qué sirve calentarse la cabeza si no es para derretir el cansancio y la apatía?
Por eso, cerraré los ojos y esperaré a que mis pulmones respiren ese aire cargado de magia y sueños propio de la navidad.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

La sencillez de la vida

¿Y hoy qué va a ser? ¿Destino? ¿Perfección? ¿Belleza sin límite? ¿Amor, amor, amor…?
No lo sé, pero hoy va a ser de algo bueno, bonito, que te transmita paz y honra. No sé cómo voy a conseguirlo, pero sé que me bastará con un poco de magia y entusiasmo. Hoy no voy a alcanzar verdades ni discernir el futuro del presente. Va a ser simple, directo, alocado, pero lleno de una sencillez exquisita.

Si os dijera que esto estaba planeado, me estaría engañando a mí misma. No es felicidad, ni vehemencia, ni simpatía, ni ilusión, sin embargo, no estoy hostil y eso es más que suficiente para sentirme dichosa. Como otras tantas veces, sé que la vida se mide por las pequeñas cosas, esos insignificantes detalles que cambian el modo de ver el mundo. Esas cosas que te hacen preguntar para qué quieres más. Esos momentos tan magníficos en los que te das cuenta de que si tuvieras más, nada cambiaría.

En esos instantes en los que te dan una oportunidad para cambiar y, entonces, no hay sentimiento que te alcance, sólo la sencillez y la belleza del intentar.
http://www.youtube.com/watch?v=1SieeG_PF5o

sábado, 11 de diciembre de 2010

Caricias de fuego

Tras unos cinco minutos, el motor del coche se detuvo al fondo de un callejón cercano al parque del pueblo pero escondido y oscuro. El silencio me inquietaba y sentía cómo me desesperaba por momentos. Mi garganta seguía seca y era incapaz de proferir algún sonido. En casos así, detestaba el silencio: sólo conseguía dificultar aún más la situación. Decidida, carraspeé con fuerza para que además de diluir el nudo de mi garganta, llamara su atención. Se volvió con expresión arrepentida, como si él tuviera la culpa de todo, hasta de que mi corazón ardiera cada vez que mis ojos lo veían.

-Y, bueno, ¿qué hay de ti? ¿Cómo estás?-sonreí lo más que pude quizás demasiado exagerada. Cualquier cosa con darle fin a este calvario…
En ese momento, volvió la mirada al frente a la vez que aferraba con fuerza el volante, tratando de hacerlo pedazos. Me pregunté si habría hecho algo mal. Apretó los dientes con la mirada perdida en el muro de piedra de enfrente.

-¿Cómo me puedes preguntar eso después de tanto tiempo? Deja de decir tonterías. Los dos sabemos lo que está pasando-exhaló profundamente quitándose una carga de encima que llevaría soportando desde hace tiempo. Mi gesto simpático y dulce se borró un poco al comprender que el juego había terminado. Era hora de sincerarse.

-¿Te refieres a…?

-¿Cómo crees sino que he ido como un loco a buscarte? ¿Por qué te he subido a mi coche entonces? Esto se me está yendo de las manos-escondió la cabeza entre las manos, desesperado. Me sentí mal y pasé mi mano con suavidad por su espalda a través de su camisa de algodón.

-Yo también te estaba buscando-traté de consolarlo sintiéndome ridícula. Entonces, él alzó la cabeza y observó mi nuevo vestido blanco y corto. Simultáneamente, dejamos escapar un suspiro.

-Por qué me haces esto…-murmuró para sí con agonía. Como si llorara en silencio.

martes, 7 de diciembre de 2010

Sintonía perfecta

Le doy al play y comienzo a trabajar como todos los días de este agotado mes. Pasan las horas sin que nada cambie ni altere la calurosa tarde de primavera. Sin darme cuenta, comienzo a reconocer y tatarear una de las docenas de canciones que hay en el reproductor. La reconozco, pero no termino de situarla del todo. Mi corazón comienza a latir avisándome de que él ya sabe la causa. Entonces, no tardo en recordar el pasado. El dulce pasado. Un ligero cosquilleo recorre mi cuerpo y cierro los ojos dejándome llevar por la magia del momento.


Entonces, tu voz suena a mi lado, tu presencia invade cada rincón de la habitación, desnudando cualquier secreto oculto, pero no me importa. Una ligera brisa que penetra por la ventana, me trae tu aroma a almendras tostadas. Sonrío y me dejo caer sobre la silla jugando con los límites de mi imaginación.


Te siento cerca. Tu respiración resbala por mi cuello y tus labios recorren mis mejillas con suavidad. Un cierto rubor intenso asciende por mi rostro. Ahora me acaricias con suavidad la cara y besas mis cabellos despeinados. Y me cantas una canción. Nuestra canción. Esa canción que me lleva contigo, que nunca me deja sola. Mis cabellos se erizan y deseo abrazarte para no soltarte nunca más. Ya que te he recuperado, no quiero soltarte.


Pero la canción termina y da paso a otra que suena a psicofonía y no tiene comparación con la nuestra. Abro los ojos y, corriendo, pincho sobre la canción anterior. Percibo cómo te alejas según pasan las centésimas de segundo. Desesperada, le doy más voz a mi locura. Menos mal que estoy sola en casa. Vuelvo a caer sobre la silla desesperada buscando de nuevo tu calor y tu aroma. Puedo estar tranquila, apareces de nuevo. Noto cómo me envuelves con tus brazos y cómo tu mirada se clava en la mía con nostalgia y deseo. Decido dejarme llevar y tomo tu mano acompañándote al recuerdo de nuestra sintonía perfecta.

viernes, 26 de noviembre de 2010

La rojas

-Adri, ¿qué te ha dicho la rojas?-Tomás se inclina y me mira con su típica sonrisa pícara. Sí, Blanca es más conocida por la rojas que por Blanca, su verdadero nombre, debido a su extrema timidez.
-Nada, que la ayudara con un ejercicio.
-Le gustas.-Lo dice sin un atisbo de asombro. Desvía la mirada hacia ella y suspira.
-¿Otra vez? A ver, que no Tomás, que no, que es la amiga de mi hermana. Y además, yo ya tengo a Gloria y ella lo sabe.-Noto como se altera mi voz de forma inconsciente. Él entorna los ojos como si dijera “te lo dije”.
-¿Y es que tener novia impide que otras se fijen en ti?-se centra en los garabatos de mi cuaderno-En fin, ya sé que la rojas no es un gran partido del que estar orgulloso, pero las cosas son así. Yo que tú le dejaba las cosas claras antes de que las cosas empeoren.
-Desde luego, no puedo creer las tonterías que puedes llegar a decir en un minuto.-Suena el timbre y veo la oportunidad de escabullirme de las advertencias de Tomás.
 Vuelve a vibrar el timbre anunciando el fin del recreo. Todos vuelven a sus aulas y los pasillos son un caos. Mientras espero en la puerta, Blanca dobla la esquina y se va abriendo paso entre la multitud.


De repente, los pasillos se ven más despejados, la veo más clara. Ella me mira a los ojos directamente, me enfrenta, ignorando el color fuego de sus mejillas. Se muerde el labio con suavidad mientras sus pasos van dirigidos hacia mí. Percibo los latidos de su frenético corazón, cómo sus pupilas se contraen y su respiración se agita. Sus ojos se humedecen, lo que le aporta una apariencia más frágil. Cada vez estamos más cerca. En los pasillos ya no hay nadie. Definitivamente, soy su objetivo.


-¡Hola, amor! ¿Dónde te has metido?-Gloria rodea sus brazos en torno a mi cuello y me planta un inesperado beso en los labios. Doy un paso atrás sorprendido por tal efusividad, y consciente ya, acaricio su cintura con mis manos como siempre he hecho.


Cuando separamos nuestros labios, vuelvo la mirada hacia el pasillo, recordando lo que estaba pasando antes de que me cortara la respiración mi chica. Pero en el pasillo no hay nadie, no hay nada. Bajo la mirada avergonzado y triste. Gloria me pregunta con la mirada.


-¿A quién buscas?
-A nadie, sólo quería asegurarme de que Tomás había entrado en la clase. Tengo que hablar con él.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Y es que los años no perdonan

A veces tienes que quitarte por ti misma la venda de los ojos. Y es cuando te das cuenta de que el tiempo cuenta y de que las cosas cambian. Un día, te miras en el espejo y notas que has crecido cinco centímetros y de que tu cara denota el símbolo de la responsabilidad.


Pero yo no quiero eso, no lo quiero. Estoy deprimida por aquel tiempo que se me ha escapado de mis manos tiernas e inocentes. No quiero el futuro, no lo quiero. No quiero verme al pasar los años, estoy obsesionada por el tiempo perdido. Mi cuerpo ha acumulado experiencia, y con eso no me basta. ¡Cómo envidio a los que aún pueden disfrutar de su espontaneidad!


Deseo retener el tiempo y olvidar el futuro para encargarme del pasado.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Híncame el diente

Querido diario:

Hoy, por primera vez y por muy extraño que sea, me pregunto qué tendrá de normal. Hoy, por primera vez, sé que estoy sumida en un leve hechizo que me tiene totalmente hipnotizada. Y es que, me duele el pecho de tanto adorarlo, de tanto preguntarle por sus secretos y de tanto suspirar por sus pensamientos. En mi mente mantengo una encrucijada que me mantiene en vela todo el día descuidando lo que sí debería de importarme: mi hermano, la situación de mi mejor amiga, y los estudios. Pero es inútil. Él no se va. Pasea continuamente por mi mente descubriendo mis secretos más íntimos como un hábil felino. Juega a distraerme, le divierte verme sufrir por su culpa. Siempre me pide disculpas, pero no tarda en volver a hacerlo. Me siento como una servilleta de papel que todos utilizan para acabar tirada y pisoteada por el suelo. Y, lo peor, es que lo sigo queriendo cada día más.

No dejo de intentar repetirle cada día que no dependo de él, que no me importa estar sin él. Pero cada día me emborracha con su sonrisa y su caballerosidad tan difícil de encontrar ahora. Me ha cambiado la vida sí, me la ha facilitado, pero cada vez que huye y me deja plantada, siento en su mirada la sombra de la mentira. Hay días en los que se comporta extraño, sin embargo, él sigue sin decirme nada. Pero hoy sé lo que es.


Sus colmillos relucen a la luz del sol y su rostro no ha cambiado desde hace mucho, mucho tiempo. Con su aspecto frágil y pícaro esconde la verdadera fiera que ruge por sus venas. Sí, las venas se pueden resumir en su día a día. Busca el calor que un día le arrebataron para siempre. Muerde, literalmente, resulta un perro sin correa que vagabundea por los alrededores buscando presas fáciles a las que sucumbir con sus encantos.


Y sí, debo de admitir que a mí ya me tiene atrapada. Y, lo peor, es que me gusta.

Elena

(basado en la serie Crónicas Vampíricas) 

jueves, 11 de noviembre de 2010

Utopía

A veces el mundo puede ser demasiado pesado como para llevar todo el peso en el hombro.
A veces la vida puede ser demasiado difícil como para resolver todos los problemas.
A veces la sociedad puede ser demasiado injusta como para entender la verdad.
A veces la amistad puede ser demasiado egoísta como para olvidar el compañerismo.
A veces el amor puede hacerte desear el odio.
A veces la realidad puede ser demasiado real como para dejarte escapar.
A veces la fantasía puede que solo sea... fantasía.

Fantasía divina que no existe pero que todos conocemos. Magia innata contra la supervivencia. Espíritu de lucha contra la monotonía. Celestial melodía contra la violencia. Sentimiento puro contra la hipocresía. Libertad de expresión contra la opresión.
Fantasía divina, eres nuestra salvadora. ¿Qué sería el mundo sin ti? ¿Qué seríamos sin los sueños? ¿Qué seríamos sin las ilusiones?

La realidad es dura, pero la utopía hace que merezca la pena cada minuto vivido en ella.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Por esos recuerdos que te hacen crecer

Me senté en aquel banco. Dejé mi carpeta a un lado y me crucé de piernas. Las hojas de los árboles revoloteaban inquietas sobre el suelo y varios mechones se estamparon con mi rostro tratando de escapar junto al aire otoñal. Estudié aquel patio vacío y sin color. Escuché el profundo eco de los pasillos y el repiqueteo que la melancolía producía en mi corazón. Cerré los ojos al mismo tiempo que el viento se volvía más cálido y acogedor. Solo tenía que volver cuatro años atrás.

Y entonces vi a una niña envuelta en un chaquetón rojo que solo dejaba ver unas larguísimas piernas. Su rostro me transmitía mucha paz. Los coloretes resaltaban en su piel blanca. Le seguían un grupo de chicas de su edad. El patio adquirió un color más alegre y atrevido y el otoño parecía el comienzo de una nueva aventura. Una aventura tan arriesgada e importante como la de vivir. Ellas ávidas de alegría, sonreían y se apoyaban unas a las otras, desconociendo el frío del futuro invierno. Corrían despreocupadas hacia la responsabilidad, sin saber que con ello perderían el gran poder de la inocencia.

Sentí un cariño infinito hacia aquella pandilla. Amigas que compartieron tantos momentos, que lucharon y lloraron por tantas injusticias y que soñaron por llegar a conseguir sus metas y estar juntas por siempre. Aquellas niñas que eran felices con las pocas sonrisas que recibían al día. Un día juntas era suficiente como para enterrar una semana de tristeza. Se respiraba tanto amor y compañerismo que me iba a estallar el corazón de felicidad.


Abrí los ojos y me sequé varias lágrimas con mi guante de colorines. Tantos recuerdos, tantas ilusiones… Ahora, cuatro años después aquí estamos, dando guerra. Algunos nos han dejado, otros han aparecido en nuestras vidas a lo largo de esta historia. Puede que las metas hayan cambiado y que el sentimiento no sea tan puro y tan amplio. Pero los recuerdos siempre permanecerán aquí, en nuestro corazón.

Y la verdad es que estoy orgullosa, muy orgullosa de aquellas niñas porque sé que algún día recordarán tanto como yo estos recuerdos y sentirán una ternura completa. Y es que, aunque tenga que echar de menos el pasado, cuatro años después, y reconocer la belleza de nuestra amistad, muchas veces deseo volver al pasado e ir hacia vosotras para deciros:

“Sois grandes, echad a correr y disfrutad de vuestra inocencia sin preocuparos. Porque cuando seáis mayores como yo, os sentiréis dichosas por ello.”

viernes, 5 de noviembre de 2010

Ocho de agosto

Estudio el almanaque preguntándome qué de especial tendrá este día. Por qué me llena de magia pensar en esta fecha. Ocho de agosto. ¿Qué esconderá este día, qué esconderá este mes? Ojalá pudiera negar que este día significara algo para mí, porque en realidad significa mucho. El recuerdo de aquel día consigue ponerme de buen humor y con un brillo esperanzador en la mirada, pero la nostalgia que me embarga el tiempo que ha pasado desde entonces, hace que los sueños que he mantenido hasta ahora se rompan en pedazos.



Hoy hace calor, mucho. Escribo con el aliento débil y la frente empañada. ¿Será tu recuerdo el que caliente el ambiente? ¿El que provoque esta ola de calor? Ahora me tiemblan las piernas. Te echo tanto de menos… daría todo lo posible por poder repetir aquel ocho de agosto del año pasado, por verte de una vez y dejar el miedo a un lado para que sea tu amor el que me atrape y me guarde en tu corazón tan abandonado como el mío.


No he olvidado ni el más sutil detalle de aquella fecha tan importante que es y será para mí. Recuerdo cómo buscaba tu mirada entre las luces que trataban de darle un color más festivo a la noche, entre las mesas de aldeanos festejando. También recuerdo cómo tus ojos vagaban hasta clavarse en los míos que hacían sentirme la mujer con más dicha del lugar. Cuando tu sonrisa brillaba al verme bailar con tanto esmero sólo para ti. Y, sobretodo, cuando nos decidimos a hablar y fue tu débil beso en mi mejilla el que se quedó congelado para el recuerdo. Fue una noche mágica en la que, por primera vez, sentí que la magia la emanábamos nosotros dos.


Ha pasado un año desde entonces, y por mucho que sueñe con ser tuya, tú no me das el capricho de darme una segunda oportunidad. Lo que más desearía hoy y mañana y pasado sería verte otra vez, porque mi obsesión se resiste a abandonarme sin sufrir su calvario. Con el tiempo he aprendido que todo quedó en un recuerdo más, en un día señalado, en un sueño cumplido. Nada más. Sólo he de decirte que gracias por convertir a una niña en una mujer por una noche y por conseguir que cuando me desperté al día siguiente, todo siguiera igual, intacto, con la magia que tú me regalaste.

martes, 26 de octubre de 2010

Mi verdad

Miro a través de la ventana aquel copo de nieve que se precipita para invadir las calles de hostilidad. Los ríos corren helados por ese aire que envuelve las praderas congeladas e inhóspitas que habitan en mi corazón. Mi sangre es fría, y aunque trate de calentarme, el calor se queda atrapado entre mis venas para huir acobardado. Odio esta apatía, este descontrol, esta impotencia. ¿Pero qué voy a hacer?

El viento trata de arrancar las raíces que germinaron en los últimos tiempos. Hay veces en las que el trabajo no sirve para nada, sólo para hacer más dinámico el dolor continuo que se vive. ¿Qué hacer? ¿Qué hacer? No quiero pensar, pero la tentación me obliga a lastimarme, pensando en la única y drástica opción que me queda para escabullirme de mi suerte. No quiero pensar, pero es lo único que tengo que me haga un poco de compañía, aunque al final no se trate más que de un enemigo mortal en contra de mi supervivencia social.

Hay días que el mercurio sube, hay días que sube bastante y oigo el sonido de la vida, de el resurgir, del agua y el calor brotando por mi vida. Pero hay otros días, que el mercurio se congela y me espera tiempo de gran vacío y malestar.

¿Qué hago, qué hago si el calor no me protege y el frío me aísla? ¿Si lo único que hago es ocultar la nevada de mi corazón? Y es que… ¿de dónde saco el calor suficiente para convertir en líquido lo sólido de mis venas? ¿A dónde tengo que ir?

Duermo en sueños de arco iris y despierto en lúgubres cavernas oscuras por el miedo. Y tengo miedo, frío, cansancio y rutina. Tengo miedo de decir la verdad, mi verdad.

domingo, 17 de octubre de 2010

Todo y nada

-¡Ey!

Me encogí unos momentos, volviéndome a plantear si había hecho bien en llamarlo. Una cierta inquietud me recorría la columna, dudando si su ignorancia me habría convertido de nuevo en su víctima. Pero no fue así.

Se volvió de forma automática, como siempre lo he visto hacer, como si no le pesara mi presencia. Contuve el aliento rogando porque mi voz no me dejara en evidencia. Sentí como mis ojos se derretían al contener el reflejo de los suyos. No estaba acostumbrada a tenerlo tan cerca. Fue algo impresionante. Sus ojos me atrajeron como imanes, como el color del fuego le atrae a un niño inocente sin saber que se va a quemar. Me parecieron unos ojos tan sencillos, transparentes y hermosos que me figuré que mis ojos nunca podrían transmitirle a él algo así.

Le pregunté para salir a tomar algo juntos. Balanceó sus pupilas de un lado a otro manteniéndome en vilo. Sonreí un poco, como si le restara importancia, como si mi proposición fuera algo casual. Él curvó su sonrisa con compromiso, forzosa, pero me sentía tan encandilada por sus hechizos que no me importó.

Frunció el cejo divertido y contestó que sí, que cualquier día podríamos quedar. Pero enseguida comprendí el fallo; él había pensado en una salida para estudiar, no en una cita. Sonreí, satisfecha aunque no del todo por ese final, y me fui tímidamente, rompiendo la conexión de nuestras miradas. Cuando llegó el intercambio de clase, salí al patio a que me diera el aire fresco y me despejara un poco después de la estrepitosa clase de matemáticas. Y, entre la multitud, los vi. Él y ella agarrados. Él y ella besándose. Él y ella amándose.

Él y ella todo. Él y yo nada.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Caricias de fuego

Las lágrimas no dejaban de recorrer el contorno de mis mejillas. Quería detenerlas, pero no podía. Me dolía tanto el corazón que pensé que me iba a desmayar allí mismo. Así él comprobaría mi sufrimiento. Pero no me comprendía. Con su otra mano, acarició mis mejillas secándome las lágrimas a la vez que yo trataba de resistirme en vano.
-¡Suéltame! ¡Olvídame si eso es lo que quieres! ¡Sólo te diré una cosa: te quiero desde el primer día, y ni siquiera e intentado olvidarte por no marchitar aquel recuerdo tan bello que me regalaste! ¡Así que no estropees las cosas!-grité tanto como me permitía mi garganta entre sollozos. Tendría que estar patética con el maquillaje corrido por la cara, pero me daba igual, todo había acabado.

Su semblante se volvió serio y su respiración se hizo más profunda. Y, de repente, como el sueño que siempre había tenido desde que lo conocí, presionó con fuerza sus labios contra los míos. Me agarró la cabeza y me contuvo así, sintiendo el tacto de sus suaves labios. Sintiendo que el mundo se caía bajo mis pies y yo seguía a salvo, saboreando su amor. Después de un momento, cuando la tensión  que reinaba se deshizo, dejé entreabrir mis labios, invitándolo a seguir con nuestra peculiar aventura, a seguir con nuestra historia de amor. La fricción de nuestras lenguas me advirtió de que conocerlo era lo mejor que me había pasado en la vida, de que merecía la pena cada lágrima que derramara por él y cada sonrisa que esbozara. Todo valdría la pena si lo hacíamos juntos.
Después de esos sagrados e inolvidables minutos, separamos nuestros labios con suavidad dejando que nuestros alientos satisfechos se entremezclaran mutuamente. Nos quedamos exhaustos y mudos al probar aquella fuente de magia y placer inagotable.

viernes, 8 de octubre de 2010

Gris, blanco y negro

Una mano acarició el hombro de Iris y ésta se volvió con brusquedad. Ignacio pudo comprobar por él mismo cómo su rostro se reflejaba en los ojos acuosos y dolidos de aquella niña. Aquellos ojos, aquellos malditos ojos. Sí, sus ojos eran preciosos, de color grisáceo y muy grandes, pero eran unos asquerosos y horribles ojos. Unos ojos que habían sido capaces de arrancarle el corazón a una pobre chiquilla.
Iris se fue a un lado y le dejó un asiento libre en el banco. Ignacio se sentó a su lado y comprobó cómo su cuerpo temblaba de miedo y frío.

-Ha sido un desastre-murmuró Iris con la mirada perdida entre las baldosas del suelo. Él dio un resoplido.
-No, ha sido como tenía que ser. Pero eso no quiere decir que…
-¿Que qué? ¿Todavía tienes el valor de decirme a la cara que valgo para esto? Lo has oído igual que yo: esta galería no está abierta a discapacitados.
-Iris, tú no eres una discapacitada…
La joven dio un respingo y le dirigió una mirada llena de ira.
-¡¿NO?! Mírame, dime la verdad. Nunca debí de hacerte caso y punto, yo estaba bien con la música hasta que llegaste tú para meterme falsas esperanzas en la cabeza, ¿y para qué? ¡Para nada!-Iris rompió a llorar fuertemente y rodeó con los brazos sus rodillas en posición enfermiza. El profesor se acercó a ella con suavidad y, poco a poco, la retuvo en su regazo.
-¿Te gusta la pintura?
-No, creo. A mí nunca me ha llamado la atención, pero en estas semanas se ha convertido en el centro de mis pensamientos. No sé si me entiendes, es algo tan inexplicable, es que me sentía tan libre pintando. Me sentía fuerte y a la vez solitaria de este mundo tan gris.-Ignacio supuso desde el principio que ella valía para el lienzo, que ella no era como los demás. Tenía que demostrarle que todo era cuestión de intentarlo.
-Todo no es gris. Solamente tienes que mirar con otros ojos.-Lo dijo. Para su sorpresa, ella se quedó paralizada contemplando una obra de la exposición. Iris entornó los ojos intentando atravesar el papel, descubrir lo que aquel cuadro le ocultaba. Suspiró frustrada.
-Nunca podré conseguirlo.
-Ven.-Ignacio se levantó y guió a Iris hacia un ventanal-¿Ves a esa chica?-Ella asintió. Era una chica de su edad, un poco gordita, de facciones redondeadas y nariz respingona. Aquella chica le transmitió una gran confianza solo con verla a lo lejos.-Se llama Sonia y sueña desde párvulos en convertirse en cantante, y la verdad es que tenía una voz preciosa. Pero, a los once años, tuvo un accidente en el coche que la dejó afónica. No hay día que no se pase por el aula de música para aprenderse los pentagramas y las canciones con las que algún día nos deleitará.
Iris la miró por un momento, reflexiva, y se volvió hacia su profesor.
-Quién sabe, quizás sea demasiado pronto para rendirse, ¿no? Puede que no vea el azul del cielo ni el verde de los árboles, pero… puede… que…
-Pero conoces el gris, el blanco y el negro, ¿no? El gris puede ser un color precioso si lo utilizas bien. Así que, ábrete paso entre los grandes, porque tú lo eres, Iris, tu eres grande.

miércoles, 6 de octubre de 2010

17 de agosto

Diecisiete de agosto. Diecisiete años. Demasiado mayor para soñar pero demasiado pequeña para hacer realidad mis sueños. Sin embargo, esta vez ignoraré un poco mi protocolo.
Me voy a arriesgar por mis metas y por mis sonrisas. Porque este año no voy a estar encerrada y enterrada en lágrimas y dolor. Y sé que puedo, puedo.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Soy tu nieta

Querido abuelo:

Soy tu nieta, la única que tienes. Sé que te extrañarás mucho al abrir esta carta, que nuestra relación es demasiado fría como para dejarse llevar a través de correspondencia. Solo quiero decirte algo que he guardado siempre dentro del pecho y que quiero que sepas. Eres un gran abuelo. Las ocasiones que te he visto han sido contadas, y sé perfectamente que he crecido muy lejos de ti. Sé que no estabas el día de mi bautizo, no estabas ninguna vez de las diecisiete ocasiones en las que he cumplido años, ni cuando estaba triste, ni cuando festejaba mis triunfos. No estabas cuando necesitaba alguna figura familiar en mi vida. Cuando quería escuchar historias de tiempos más remotos a mi época. Y ahora estás un poco lejos de aquí. Me gustaría verte más a menudo, pero apenas consigo verte dos o tres veces al año y por poco tiempo. Es triste, lo sé, pero aunque no sea posible, me gustaría tanto como a ti, que estuvieras en casa, con los tuyos.

Tu vida ha sido una vida muy agitada y difícil, y te han acusado por el miedo de que seas distinto a los demás. Muchos te han llamado loco, cosa que nunca entenderé y jamás consentiré porque para mí las personas locas son las que hacen cosas indebidas siendo conscientes de ellas. Y tú no eres un loco. Eres mi abuelo y punto. Pero yo nunca he tenido miedo, ni tu hija tampoco, siempre hemos confiado en que tú nunca nos harías daño y te hemos dado todo cuanto podemos. Habrá gente que no lo quiera ver, pero yo si veo la realidad y sé que la mala suerte se cruzó por tu vida y te dejó preso. Desde pequeña siempre han querido protegerme, pero yo siempre he considerado que era una tontería tenerme alejada de mi ABUELO. Simplemente son cosas de la vida. Yo no te aprecio por lástima ni por compasión, sino por lo que fuiste un tiempo y lo que conseguiste crear. Has creado una familia que se mantiene bien. Pero no por eso te admiro, lo hago por esa creatividad reflejada en cuadros que me regalaste, por esos ojos tan humildes que persisten en tu mirada y porque un día, sé que muchos también te admiraron por tu labor. Y para mí, aunque no te conociera por aquella época, siento que fue así.

Por eso, aunque estés débil y olvidadizo, quiero decirte que soy tu nieta, que siempre lo he sido. Cuando te veo, tus ojos brillan de felicidad, porque te hace feliz ver que tu hija ha conseguido seguir adelante. Y tú también debes de seguir adelante. Has tenido mala suerte y yo jamás te culparé por nada, ni tu hija. También te voy a decir que tu hija te quiere mucho, que nunca ha dejado de quererte, y que gracias a ella ahora estás bien cuidado aunque estés lejos de aquí. Y he de confesarte que, las pocas veces que te he visto, en tu mirada he encontrado una mirada llena de ternura y amor, una verdadera mirada que un abuelo le dedica a su nieta. Estoy orgullosa de ser tu nieta, y no me avergüenza, al contrario, me hace sentir dichosa. Te quiero, abuelo.
                                                                                                 Tu nieta.



viernes, 17 de septiembre de 2010

Otoño


Otoño, otoño,
¿qué me traen tus hojas secas?

Las calles huelen a nostalgia,
Los transeúntes pasean melancolía,
Los amantes lloran por el amor sin valentía.

Los parques se tiñen de marrón,
Los patos se van en un filón
A lagos de permanente sol.

Verano, verano,
¿por qué te vas tan rápido?

Dejas a miles de turistas
con la cartera vacía.
Y a miles de niños
Con un manto de aire frío.

El agua se congela
Y las flores mueren
En una candela
De nueva espera.

Otoño, otoño,
¿qué esperas de nosotros?

Inundas la sensación de cambio.
Ofreces metas y frustración a los más caídos.

Verano, verano,
¡vuelve pronto!

El invierno llegará pronto,
Y el blanco llegará pronto
Tanto al campo
Como a los corazones rotos.
Pero la alegría volverá,
Y el amor resurgirá
Con los primeros brotes
De felicidad.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

¿Cuántas estrellas hay en el cielo?

¿Cuántas estrellas hay en el cielo? ¿Un millón, dos millones o infinitas? ¿Y a quién le importa? ¿No es más hermoso contemplarlas sin más? ¿Dejarse llevar por la magia de la noche?

Y ahí estaba yo, tendida en el suelo sonriéndole a la noche. Era realmente consciente de que diminutas piedras se me clavaban en las costillas y que mi cuerpo era carne fresca y débil para miles de insectos. Aquel lugar me invitaba a abandonarlo, y lo sabía muy bien, pero aunque en mi piel quedaran las secuelas encendidas de aquella noche, que ya las estaba empezando a sentir, lo habría vuelto a hacer. Ahí estaba yo, con los ojos bien abiertos, tratando de ver entre los nublos las verdaderas estrellas de aquella velada.

Tiradas con una manta que nos cubría, nos acurrucamos tiritando una abrazada a la otra. El canto de los grillos y el aire fresco de la madrugada me hacía pensar en aquella vida tan simple y sana que pocos conocen. Levanté la mirada y estudié aquel artificial amanecer de la capital que nos robaba un pedazo de cielo que debería brillar y alumbrarnos con su luz oscura y platina. “Estamos tan cerca y a la vez tan lejos”, pensé con tristeza. Pero, ¿quién era yo para decir lo que es el cielo? ¿Lo que es el campo verde?

Pues nadie. Sólo me limitaba a sentirme agradecida y cómoda en ese mundo, cuando no sabía nada. No sabía la mitad de las cosas que sabía ella. Me encogí en sus brazos reconociendo aquella verdad. Sus manos eran fuertes además de la fuerza que emanaba su propio corazón, yo simplemente tenía unas piernas débiles y una mente propicia a olvidar y a desconocer de lo que la vida me ofrece. Era más novata e inculta que ella y lo sabía. Me atormentaba pensar en las preguntas que sacudían mi cabeza cada vez que ella me explicaba lo más simple de su trabajo. ¿Y yo qué le podía ofrecer? Era tan pequeña bajo esa manta de estrellas…

Buscamos la forma de algunos nubarrones hasta que unas gotas de lluvia trataron de amenazarnos. Nos cubrimos más con la manta resistiéndonos a marcharnos. Las gotas se disiparon al instante. Y unas nubes se separaron para enseñarnos lo que esperábamos tomar prestado del cielo: su misterio embriagador.

Vimos aquella estrella deslumbrante y grande con respecto a las demás. Se movía con lentitud y se escondía entre los nublos, pero, aún así, su brillo la dejaba en evidencia. La observamos como dos iguales, como dos entusiastas, como dos desconocidas de lo nuestro. Y contuve el aliento para descubrir que la belleza no se entendía, que no hacía falta conocer para admirar algo que te gusta. Y nos sentimos pequeñas ante esa inmensidad, y fui consciente de que estaba bien hacerlo, porque por muchas decepciones que tengas, por mucho que estudies, nunca dejarás de sorprenderte por las pequeñas cosas de cada día, como la luna y las estrellas; siempre acompañándonos y convirtiéndose en sueños cada anochecer. Y supe en ese momento que nunca era tarde para empezar a interesarse por la vida.

“Estaría bien que pudiéramos ver todo el cielo con nuestros ojos”,murmuró con una chispa de inocencia en su monótona voz. Ladeé la cabeza y miré las estrellas una vez más pensando que estaba bien así, que si lo viéramos todo, destruiríamos parte de esa magia.

Con los ojos clavados en el cielo, rogué por que el tiempo se detuviera y que aquella noche no quedara en un recuerdo aislado. Que siempre estuviera presente en mi corazón, intacta, como si siempre estuviera allí, viéndolas. De esos momentos en los que temes que llegue el día siguiente y el hechizo se rompa. Sin embargo, cambié de opinión y pensé que podría convertirse en un recuerdo simple y bello, de esos que no se rememoran en fotos, de esos que mencionas desde el corazón.

Y aunque mi cuerpo fuera débil y víctima del campo, me sentí totalmente completa y comprobé cómo esas pequeñas cosas de la vida eran las que más te hacían crecer y descubrir. Me sentí satisfecha y, entre sus brazos le di las gracias. Las gracias por comprender y escuchar mis dudas y por enseñarme el resplandor de una parte de su vida.



jueves, 9 de septiembre de 2010

El mundo de los sueños eternos

La historia que voy a contar hoy no es la típica historia de amor entre doncella y caballero. Es la historia de un amor joven, osado y fresco. Esta historia, la que os voy a relatar, trata del amor apasionado y tímido que sufría un poeta contemporáneo, gran amigo mío, de mozo, por la belleza y soberbia de la nueva prometida del hermanastro que tanto odiaba. Mi amigo, el poeta, hijo de un célebre escritor, comenzó a escribir en una carta frustrada todos los pensamientos y dulzuras que se le antojaban al admirarla. El poeta, ya hombre, separado y vagando por un tiempo por los rincones de España buscando historias como esta, volvió a verla ya mujer y señora de su hermanastro, pero tan joven como la última vez que se encontraron. Dolido por el recuerdo y por el insufrible presente, le entregó antes de su marcha la carta totalmente terminada, dejándole claro su amor. Así decía:

Tu belleza resplandece ante los muertos vivientes como ángel que eres bajado del cielo. El azabache de tus ojos juguetea con hipnotizar veteranos marineros perdidos en las tinieblas de tu corazón. Y tus labios, ¡oh tus labios!, son la miel fresca que todo un enjambre de abejas anhela. Mas no hagas caso de las otras obreras, coge mi alma y te llevaré a la colmena más amplia y limpia. Prueba con el roce de tu delicado paladar el panal que más se te antoje, pues ése será el que prepare para mi doncella.
Y ahora, dejando las abejas, te suplico que me conviertas en tu esclavo, ¡hazlo por favor!, y me emborraches con tu dulce veneno. Te ruego que me pegues, que me maltrates, que sufra por ti, sí, porque estoy seguro de que nunca será mayor que el sufrimiento que cargo ahora al ver en tu frágil cintura las manos robustas y sucias de otro.
¡Qué más da el otro! Si la sangre no compartimos, no compartiremos el amor. Y él no te quiere, no te trata como yo lo haría, y tu encanto no debe de estar encerrado en casa; debe de salir a conocer el mundo. Lucharía con el otro si mi honra no cayera en picado. ¡Vente, vente conmigo y te enseñaré las primaveras que tu cegaste! Deja al ogro y vente con el pobre labrador que te dará los mejores frutos de sus tierras.
Y por último, te pido, te ruego, te suplico, que me ames. Sé piadosa y ama a esta alma herida por un amor no correspondido. ¿Es que no está bien? ¿No está bien que me ames? ¿Es pecado? Yo cometería pecado una y mil veces sólo con merecer tu sonrisa y tus labios por una noche. Y sí, lo confirmo, soy pecador, ¿y qué? ¿Acaso tú me maldecirás con tu don divino? Porque si es así, castígame con tu ira y envíame al infierno, pero hazlo tú. No me importa lo que ponga en el fuego si son tus labios los que están en juego.
Hasta hoy no me he podido quitar de la cabeza el recuerdo de tu cuerpo fértil y fuerte merodeando por mis sueños. Cada noche pienso en llevarte a lomos de mi caballo y escapar juntos a la tierra prometida. Y convertirte en mi esposa. Y ser tuyo. Pero hoy me he dado cuenta de que los sueños sólo se quedan en sueños y tu dedo presume de una nueva alianza. La hinchazón de tu vientre me ha demostrado que ya es tarde. Ya es tarde para enamorarse, para inventar y para creer. Ya es tarde para amarte, ya es tarde para que aceptes mis súplicas y nos escapemos juntos, lo es.
Me da lástima pensar que tú ya has desperdiciado tu vida sin ver el sol que te prometí con tanto sosiego. Perdón, quizás tú solo hayas construido los muros de ella, al contrario que yo. De tantos castillos que hice, la mitad se han derrumbado y me he quedado solo y sin una compañera que comparta mi soledad. No tengo nada. Así que me iré cabalgando y moriré con el orgullo de haber acariciado tu cuerpo en sueños.

Te amaré cuando huya, cuando muera y cuando despierte de nuevo en tus brazos. Simplemente, te amaré como siempre lo he hecho.

La joven, en cuanto leyó esta nota, corrió a buscarlo por el pueblo sin suerte. Deseaba explicarle que lo había esperado para escapar, que nunca había dudado de él y que su amor era correspondido. Pero, días después, descubrió bañada en lágrimas, que él había partido hacia el lugar que le había prometido, hacia el mundo de los sueños eternos. Aquel mundo al que ella algún día iría y diría lo que siempre calló. Así que enterró su cuerpo inerte y se escapó con su hijo a descubrir todos aquellos parajes que prometió a aquel pobre enamorado que dejó todo un mundo por su amor.

lunes, 6 de septiembre de 2010

¡Vive hoy!

Muere lentamente quien no viaja, quien no lee, quien no oye música, quien no encuentra gracia en sí mismo.

Muere lentamente quien destruye su amor propio, quien no se deja ayudar.

Muere lentamente quien se transforma en esclavo del hábito, repitiendo todos los días los mismos trayectos, quien no cambia de marca, quien no se atreve a cambiar el color de su vestimenta o bien no conversa con quien no conoce.

Muere lentamente quien evita una pasión y su remolino de emociones, justamente estas que regresan el brillo a los ojos y restauran los corazones destrozados.

Muere lentamente quien no gira el volante cuando está infeliz con su trabajo o su amor, quien no arriesga lo cierto ni lo incierto para ir detrás de un sueño, quien no se permite, ni siquiera una vez en su vida, huir de los consejos sensatos.

¡Vive hoy!
¡Arriesga hoy!
¡Hazlo hoy!
¡No te dejes morir lentamente!
¡No te impidas... ser feliz!


PABLO NERUDA

viernes, 3 de septiembre de 2010

Saca la fiera que escondes

Tus ojos son frágiles como un cristal
Tu cuerpo es menudo y hermoso
Tu rostro engloba los colores de un coral

Niña fácil, ven a mí
Dame el sabor de tu frescura
Deja que pruebe la dulzura de tus labios

Hechízame con tus juegos de mujer

Disfruta de tu belleza,
Porque un día serán arrugas
Las que fundan tus carnes.
Aprovecha tu juventud
Y no derroches tu sabiduría
Con los más viejos.

Niña grácil, no juegues demasiado
O se burlarán de tu insensatez.
Deja de hipnotizar borrachos
Y deléitalos con tu brillantez.

No cierres tus labios tentadores
Y saca la fiera que escondes.
No dejes que te engañen,
Tú eres más que carne.
Abre la boca y enseña
Lo que tu cuerpo no puede darte.

martes, 31 de agosto de 2010

Primer Amor

La brisa del mar entra por la ventana envolviendo la habitación en un ambiente más fresco y renovado. Me asomo a la ventana y el aire estival me trae el olor a pescado. Fijo mi vista en el horizonte y me paralizo para ver cómo el sol se esconde bajo el océano, tiñéndolo de un color anaranjado del que ya estoy acostumbrado pero del que nunca dejo de maravillarme. Me apoyo en el alféizar de la ventana pensando que podría quedarme así durante horas. Cierro los ojos al sentir el ligero movimiento de mis cabellos sobre mis ojos. Escucho el murmullo de numerosas conversaciones entrecruzadas que, como me imagino, ahora en verano son más banales. Se oyen risas débiles y fuertes, y algún que otro chapoteo en la orilla. Y más risas.

Abro finalmente los ojos y miro abajo, hacia la calle. Una pareja adolescente y acaramelada pasea bajo la amarillenta luz de las farolas dándose mimos muy pegados. La chica descubre una pequeña risita nerviosa entre sus labios, que hace que él sonría satisfecho. Cuando pierdo a los novios de vista, pienso que yo también compartí lo que ellos vivieron. Ese sentimiento de felicidad espontáneo, esa necesidad de comerte el mundo y esa urgencia de que el tiempo no pase demasiado rápido. Esos sentimientos enterrados en mi corazón, me traen a la memoria un recuerdo que aún mantengo vivo en mis entrañas. Y, por un momento, siento cómo los escombros de esa historia se avivan y emiten una nueva ola de calor.

Cuando me doy cuenta, estoy abriendo el cajón de una mesita de noche contigua a la ventana. ¿Por qué estoy haciendo esto después de tanto tiempo?-me pregunto resignado. Encuentro lo que buscaba. Desde aquel día siempre ha permanecido aquí. Aislado e intacto como mi corazón que ha aprendido a mentir.

Me acerco la flor a mi nariz con suavidad aunque esté ya marchita. Olfateo lo que queda de su perfume y cierro los ojos dudando si podré recordarlo todo con tanta intensidad como antes. El aroma es muy débil, no obstante, consigue arrancarme todos los secretos que creía que nunca me volverían a inquietar. Dios, hay tantos recuerdos… Mi respiración se agita cuando soy consciente de que soy incapaz de retirar esa rosa blanca muerta, como nuestro amor.

Paseos bajo la luna guardiana, confesiones bajo el mar, risas sobre la arena, lágrimas en la orilla… ¿Te acuerdas? No consigo arrancarme de mi alma la dulzura que emitían tus ojos cuando querían decirme “te quiero”, ni olvidaré nuestro primer beso bajo la puerta de tu casa. Cuando cogía tu mano y creía que me iba a morir sin rozar tus labios una vez más. La vez en que me buscaste llorando porque tuviste una pesadilla, y que en ella me perdías para siempre. Y el día en el que me regalaste una rosa blanca cuyo significado era la pureza y belleza de nuestro amor eterno. Eterno, ¿quién dijo eso? Supongo que hace unos años todo era visto con otro color más optimista e inagotable. Siempre me repito; “fue bonito mientras duró…” ¿Seguro que ha acabado para siempre? ¿Ya es demasiado tarde para volver a amar?

A veces suelo verte pasear por mi calle, como lo hacías conmigo, salvo que esta vez tu brazo rodea el de otro. Ya lo he asimilado, pero no puedo evitar mirar al suelo cada vez que pasas destilando felicidad. ¿Te acuerdas de la primera vez que nos conocimos? Yo estaba pescando cuando te acercaste con tu hermano y cogiste mi cebo por error. Siempre me reprochaste que carecía de romanticismo. Sin embargo, a mi me pareció el más perfecto y original comienzo. Tú acababas sonriendo cada vez que te lo recordaba y extendías tus brazos para abrazarme y dejar que contestara tu calidez.

Hoy he conocido a Pilar, es bastante alegre además de guapa. Esta mañana he decidido que podría arriesgarme y vivir algo nuevo y bonito, como tú lo has hecho, a excepción de que me duele pensar que será muy difícil superar lo que ambos compartimos. Por probar que no quede. ¿Y por qué ahora estoy dudando de mis palabras? ¿Por qué ya no veo tan apacible a Pilar? ¿Por qué no dejo de pensar si a ti te dolería que estuviera con ella?

Acabo de guardar la rosa en la mesita. Voy a llamar a Pilar para quedar mañana, no, mejor, esta noche. Saldremos y rezaré por que la suerte esté de mi lado. Demonios… ¿por qué aún sigues viva en mi mente? Los dos sabemos que tú no volverás, ni yo tampoco lo haré. Todo terminó y han pasado unos cuantos años desde aquello. Es sólo la melancolía la que me hace daño. El saber que podría haber sido diferente. Lástima, demasiado tarde para arrepentirse.

Pilar me acaba de confirmar lo de esta noche. Bien, veamos… Abro el armario y rebusco mis mejores galas. Puf, hace tanto tiempo que no salgo con nadie. Encuentro una camisa y unos pantalones que me parecen adecuados para una primera cita. Ni muy descuidado ni muy insinuante. Me doy una ducha rápida para, entre otras cosas, apagar las cenizas que se encendieron de lo que debe de estar olvidado. Me visto y me echo una gotas de una colonia muy varonil y fresca que me regaló mi madre por año nuevo. No estoy mal, la verdad. Quizás hasta le guste. Sonrío ante esa perspectiva. Me alegro de que mi piel morena por el sol resalte mis ojos azules. Incluso me enamora mi reflejo en el espejo. Decido al fin cerrar la ventana y salir del portal de mi casa con la simple esperanza de volver con un nuevo corazón. ¿Quién me lo iba a decir?

El aire de la calle me renueva otra vez. Voy a por todas. Te dedico una última evocación y pienso que ha llegado el turno de ilusionarme como antaño. Yo también tengo derecho a tener otra oportunidad. Y, por una vez en un par de años, siento súbitamente el deseo de enamorarme con locura y dejarme llevar. Y dejar en la mesita esa rosa marchita en recuerdo de un dulce y memorable primer amor.


viernes, 27 de agosto de 2010

Lágrimas de cocodrilo

Niña, no llores. No dejes que tus lágrimas se escapen de tus brillantes ojos color esperanza. No permitas que tus mejillas se mojen, ni lo pienses. Ni que siquiera tu mente se encuentre con pensamientos oscuros y tristes. Niña, tú eres muy bella, ¿no te lo habían dicho? Pues no tiñas de pena tu rostro inocente a la realidad. Niña, no hagas esto, no te des por vencida. La verdad es muy mala, y tú has madurado antes de tiempo, pero por lo que más quieras, no llores, niña.



Has sufrido mucho y la vida ha sido injusta contigo, pero no le des la satisfacción de verte sufrir. Eres muy joven niña, ¿acaso no hueles las frescas primaveras de tu juventud? Me temo que tus lágrimas han taponado tu nariz. Niña, coge un pañuelo y seca esas lágrimas que nunca han parado de salir por tus apagados ojos.


Niña, no preguntes más el por qué de las cosas. Déjalo todo como está. Es mejor así. Así que levántate y ve aquel reflejo tuyo sonriente que nunca has conocido. ¿No te ha dicho nadie que es hermosa tu sonrisa? ¿Acaso no puedes sentirla? Creo que tus lágrimas han manchado tus ojos de penumbra y ahora no puedes ver ningún rastro de alegría. Niña, levántate y ponte hermosa para actuar como una muchachita y no como una anciana.


Niña, no le des más vueltas al mismo incógnito. Todo pasará y tus dudas se resolverán. Mientras tanto, disfruta de la esperanza de vivir. Siembra fe y recoge la gran experiencia de tus frutos. Lucha con tu vida por lo que quieres. Así que no te quedes estancada, niña. Si sales a la calle, algún día probarás el sabor de tus sueños. ¿Te imaginas como saben? A gloria, niña, a felicidad. ¿Qué tú no puedes sacarle sabor a la vida? ¿Las lágrimas han vuelto agrio tu paladar? Ay niña, esto es peor de lo que pensaba.


Niña, no suspires por las ilusiones rotas y busca otras nuevas. Asómate a la ventana y mira las estrellas. Ellas de por sí son un milagro, ¿sabes por qué niña? Porque son pequeños seres que han conseguido llegar a lo más alto y brillar hasta la eternidad. Y yo quiero que tú también lo consigas. Niñita, deja de madurar y sueña. Deja que la pureza perdure en tu corazón. Llega al cielo y siéntete dichosa por ello, mi niña.
Tus mechones rubios están mojados, pero todo no es así. El desierto está seco, niña, y el agua es buena. El agua moja pero es muy buena. Y tus lágrimas están saladas. Ah, cierto, que no las puedes saborear. Niña, el cielo está seco, ¿por qué no lo tocas? Ah, que tus manos y tu rostro se han acostumbrado al frío y húmedo glaciar que se escapa por tus ojos. Niña, te lo repito, respira el aire limpio de las ganas de vivir.



¿Y ahora que me dirás? ¿Qué tampoco puedes escuchar mis súplicas? ¿Qué tus lágrimas han taponado tus oídos como tu nariz, ojos, boca y rostro? ¿Es eso? Niña, ¿no te das cuenta de que no eres nada? ¿Por qué no reprimes tus lágrimas y te las guardas para cuando de verdad te las merezcas?
Niña, por última vez, deja que te seque la inundación que ha colmado tu pecho. Esa inundación que ha ahogado lo que deseabas. Niña, sé fuerte y no sigas inválida. Sal a la calle y comprueba que todo es distinto. Recupera tus sentidos que han sido arrebatados. Porque tus lágrimas son malas: te han dejado sin nada. Por lo que guarda tus lágrimas de cocodrilo y juega a ser niña de verdad. Como tú lo fuiste alguna vez. Como yo misma lo fui.

jueves, 26 de agosto de 2010

Sabor de amor

Sabe a limón, a naranja y a fresa. Sabe a azúcar y agua de mar. Sabe a batido y a cerveza. Sabe a tantas cosas… que con ellas se puede crear un concentrado zumo de todos los sabores existentes del mundo.
Sin embargo, también son muchos los que aprecian su frescor en inocencia e inexperiencia, porque aunque no sea la primera vez que lo pruebes, lo vas a sentir como si lo fuera. En su textura predominan la caída de las hojas del otoño y el resurgir de una flor en primavera. Es suave como una pluma que juguetea con rozarse por tu espalda desnuda aportándote una gran explosión de placer. Tiene un sabor procedente de días de lluvia y volcanes despiertos. Es cierto que puede ocurrir en algunas ocasiones que la sensación que te provoque sea de deseo y otras de miedo.

Deseo a lo nuevo, a lo inexplorable, a lo escondido. Deseo a conocer lo que este manjar esconde y conquistarlo para siempre. Un deseo retenido que se muestra en la exposición de esta singular combinación de sabores, y un deseo a guardar el recuerdo de su degustación para siempre.

Miedo al futuro, al presente y a lo que no se conoce también. Miedo a perderlo, miedo a recordarlo demasiado y miedo a retenerlo para siempre. ¿Contradictorio no?

…Sabe a baile, a salsa, a confianza, a sinceridad. La más selecta y exquisita gama de todos los sabores del mundo para crear un plato sin igual, que todos desean tomar, pero pocos se atreven a probar bocado y disfrutar de su abanico de color.

¿Qué cómo se consigue crear? Fácil, simplemente sal de tu casa y besa a esa chica o chico que te pidió ayer salir a cenar y lo/la rechazaste por no atreverte a tomar una cucharada de su poción.

Sabe a besos, a caricias bajo la luna llena, a paseos confidenciales, a noches en llanto, a días dorados, a abrazos interrumpidos y a sorpresas.
Éste es el sabor del amor.

Llueve

A mí nunca me ha gustado la lluvia. Siempre tan hostil, fría y agraciada. Sin embargo, aquel día, una débil llovizna estalló sobre nuestras cabezas y sobre ese aire estival que comienza a debilitarse. A mí no me gusta la lluvia, sin embargo, aquel día, después de todo, agradecí cada gota de agua dulce que se filtraba entre mis mechones. Adoré que las nubes amenazaran en aquel pueblo tan aparentemente inhóspito. Y, lo que empezó por ser una noche más sin ton ni son, terminó por ser una pequeña y frágil aventura más. Porque agradecí sentirme escuchada en la más absoluta oscuridad y porque a través de una sonrisa y un apretón de mano comprendí que aquella débil llovizna me había liberado temporalmente de la esclavitud.

Comprendí y supe aquella noche que mi diario había sido el cielo. Que las nubes que amenazaban y se amontonaban días atrás, eran mi temperamento. El color de las nubes se teñía de negro a medida que mi impotencia e indignación me estrujaban el pecho. Me sentía tan cargada y apática que creía que mi futuro se dibujaba del mismo color; sin salida. Pero cuando estalló aquella pequeña tormenta supe que una parte de mi carga se había ido con ella. Me sentí libre y aprecié a los que lo habían dicho antes, recordé las miradas brillantes y serenas de quienes me habían esperado desde el principio y vi aquella brizna de vida que se había quedado descubierta al pasar aquella tempestad.

Y fui realmente consciente de que cada minuto que pasaba con ellos me devolvía aquella ilusión que había sepultado.
Y es que, quizás, este año consiga que no se vuelva a nublar y recupere ese ímpetu que perdí o tal vez encuentre esa energía para luchar que creía inexistente.

Por eso, ahora, aprecio la lluvia que se cuela entre mis ropas para enfriar ese corazón perdido.

domingo, 22 de agosto de 2010

Quiero ser como tú ;)

Yo soy el rey del jazz agogó
El más mono rey del swing
Más alto ya no he de subir
Y esto me hace sufrir

Yo quiero ser hombre como tú
Y en la ciudad gozar
Como hombre yo quiero vivir
Ser tan mono me va a aburrir

Oh, dubidú,
Quiero ser como tú
Quiero andar como tu
Dar como tú

A tu salud
Oh, dímelo a mi
Si el fuego aquí
Me lo traerías tú

A mi no me engañas Mowgli
Un trato hicimos yo y tú
Y dame luego, luego del hombre
El fuego para ser como tú

Y dame el secreto cachorro
Dime, como debo hacer
Dominar quiero, el rojo fuego
Para tener poder

Oh, dubidú
Dímelo a mi
Si el fuego aquí, me lo traerías
Shubidubadibu

A tu salud
Oh, dímelo a mi
Si el fuego aquí
Me lo traerías tú

Yo soy el rey del jazz agogó
El más mono rey del swing
Más alto ya no he de subir
Y esto me hace sufrir

Yo quiero ser hombre como tú
Y en la ciudad gozar
Como hombre yo quiero vivir
Ser tan mono me va a aburrir

Oh, dubidú
Dímelo a mi
Si el fuego aquí, me lo traerías
Shubidubadibu

A tu salud
Oh, dímelo a mi
Si el fuego aquí
Me lo traerías tú

Oh, dubidú
Quiero ser como tú
Quiero andar como tú
Dar como tú dubidubadubadu

A tu salud
Oh, dímelo a mi
Si el fuego aquí
Me lo traerías tú

Oh, dubidu
Dímelo a mi
Si el fuego aquí, me lo traerías
Shubidubadibu

A tu salud
Oh, dímelo a mi
Si el fuego aquí
Me lo traerías tú

viernes, 20 de agosto de 2010

El regalo de nuestra amistad

Tengo un enorme problema. No me he quedado sin trabajo, reboso de salud y no hay nada que me aterre. Es algo que me frustra y me hace enfadar. Estoy en blanco sí, las palabras me han abandonado. No sé ni cómo empezar esta carta con tal de satisfaceros a todos con mi gratitud. El problema es que no sé cómo hacerlo de forma que os llegue y creáis en la sinceridad de lo que trato de escribiros.

No sé ni cómo empezar y, sin darme cuenta, ya estoy empezando. Supe desde el principio que unas “GRACIAS” no bastarían para todo el trabajo que habéis realizado por mí. Ni tampoco con un “os quiero”. Creo que eso es muy común y muy superficial, así que a través de metáforas y sentimientos trataré de llegar hasta lo más profundo de vuestras almas.

He sido una estúpida. Pero hoy no voy a criticarme, sino a alegrarme de lo que me habéis hecho cambiar. Desde muy pequeñita, aprendí por mi cuenta a crear mi propio mundo inocente y frágil lleno de mis ideas y pensamientos. Crecí en aquella burbuja, intacta y solitaria en la que me creía acompañada. Poco a poco, a medida que iba abriendo puertas de la propia realidad, varias personas quisieron abrir “la puerta” de mi mundo, pero nunca lo llegaron a hacer. Siempre se quedaban a medio camino, o bien no tenían la piedad suficiente como para seguirme, o quizás lo que no tenían era paciencia. Y así, año a año, las paredes que envolvían mi globo, se hicieron más y más gruesas. Hasta que un día, me di cuenta de que realmente estaba aislada y sola. Fui consciente de que nadie se atrevía a vivir aventuras conmigo, a llevarme la contraria y a tenderme la mano cuando no pudiera escapar de la temida realidad.

Fue una temporada muy poco agradable. Me encerraba y me desquiciaba por encontrar la normalidad que le faltaba a mi vida. Muchas veces cerraba los ojos para no ver nada. No quería verlo. Todo me agobiaba. ¿Qué hago ahora?-me repetía constantemente. Y fue un día de esos, en los que no esperas ningún regalo de la vida, en el que ésta me hizo uno muy especial y mágico. Llamaron a mi puerta y los vi: eran algunos de aquellos amigos que se quedaron a mitad del camino. Ellos no habían abandonado, sólo habían tomado un ligero descanso para recobrar energías y llegar aquí con la voluntad y fuerza suficiente para sacarme de mi tenebrosa prisión.

Y esos amigos sois vosotros. Con vuestra perseverancia y atención habéis conseguido que abra los ojos y no me deje manipular por el miedo a la realidad. Todos vosotros habéis estado ahí siempre, siempre, pero yo no os podía ver porque las paredes que me rodeaban eran demasiado gruesas para veros y oír todo aquello que no escuché cuando más falta me hacía. Y ahora también. Me hacéis falta, siempre ha sido así. Vuestras críticas, vuestras indignación, algunas de vuestras inquietudes y resignaciones, vuestros enfados, me ha impulsado a cerrar mi propia puerta con llave. Pero a pesar de eso, nunca, nunca, me habéis negado un abrazo, un beso o una simple sonrisa. Porque gracias a este regalo, los brotes de rencor que inundaban mi corazón, se han resumido a cenizas del pasado.

Y es que, este verano será inolvidable y me ha hecho crecer, lo siento. Por un lado están aquellos días en los que cerraba los ojos y me dejaba abandonada y desconsolada en mi propia realidad creada por ideas macabras e insensateces y, por otro lado, están éstos días en los que me siento arropada y protegida en la realidad que me toca, en la nuestra.

Como sé que los te quiero y los gracias ya me resultan, gracias a Dios, cotidianos, me he atrevido a escribiros esto. Puede que os resulte un poco absurdo, pero espero que entendáis esto que os he escrito, que os llegue hondo y lo entendáis; que es para TODOS los que me han apoyado. Y para los que no me entiendan, chicas: ¡ESTOY ORGULLOSA DE VOSOTRAS!


PD: ESTE AÑO SÍ, SÉ QUE LO CONSEGUIREMOS. Para vosotras será una experiencia nueva y sonriente y para mí será todo un triunfo.

PD2: Para esos días en los que me vuelva a encerrar en mis fantasías, releed esto y estoy segura de que os recobrará las energías que faltan para esperar a que pronto os abra la puerta.

PD3: Y ahora sí, GRACIAS por este regalo: el de nuestra amistad.

sábado, 14 de agosto de 2010

Distrito vacacional

Hoy, que mis propias palabras me han abandonado dejándome vacía e insípida, pretendo escribir algo sabroso sin apenas base.

Para días así, siempre acudo a mi distrito vacacional preferido. Da igual que sea invierno, verano, primavera u otoño, permanece eternamente abierto. Y en todas las ocasiones que voy de visita, en absolutamente todas, sin excepción, vuelvo muy, pero que muy, satisfecha y plena.

Por la razón que yo personalmente he citado anteriormente, porque hoy las letras e ideas han volando de mi mente, os voy a recomendar el lugar de mis vacaciones para que a vosotros no os pase lo mismo que a mí me está ocurriendo.
Para empezar es un sitio recóndito, sin embargo, podéis llegar a él desde cualquier lugar del planeta. En cuanto llegas, el recibimiento es al principio, todo hay que decirlo, un poco turbador, pero se respira un entusiasmo que anima a quedarte, a mí siempre me ocurre. Ya una vez instalado en el recinto, todo es goce. No sé como preparan al servicio, que siempre están acondicionados para darte todo lo que te haga disfrutar sin que tus peticiones sean escupidas por tu boca. Es increíble, yo siempre trato de indagar cuál es su secreto ya que el planing del día está personificado según el cliente. Y no hablemos de las instalaciones, ¡son inimaginables! Si a ti te gustaría que las vistas de tu habitación dieran a un tenebroso y macabro bosque, pues solo lo tienes que pedir. Pistas de tenis, piscina, playa, spa, bufete libre, discoteca, heladería, cine, tiendas, estadios… También tu cantante o actor favorito puede interpretar lo que tú elijas sólo para ti. Incluso puede hospedarse contigo si así lo deseas. Como ves, tú eres el que mueve tus vacaciones: cuándo, cómo, cuánto y con quién. No existen las reservas, ni los retrasos en el pedido, ni el estrés, ni el trabajo, ni los problemas. Creo que ya empezáis a entender por qué vengo aquí tan continuamente.
Yo en mi diaria estancia, he visto de todo. Bodas, partos, bautizos, romances, fiestas, dragones que escupen fuego y me acechan, despedidas… ¡y lo que me queda!


Y antes de terminar esta publicidad, voy a deciros algo que os hará arder en deseos de acudir inmediatamente aquí. ¡ES GRATIS! Da igual si eres niño, bebé, adolescente o viejo. Pues venga, correr y venid, pues yo ya estoy cerrando la maleta para partir en el próximo vuelo que la inspiración para escribir ya vendrá.

¿Dirección? ¿E-mail? ¿Teléfono? Lo siento, en este retiro no existen. ¿Que cómo ir? Facilísimo. Yo me tengo que ir ya, así que os confiaré un pequeño secreto;

Cierra los ojos y vuela en el avión más seguro y confortable del mundo: tu imaginación.

viernes, 13 de agosto de 2010

¿Dónde estás, amor?

Te busco en cada esquina y cada vez estoy más desesperada. No duermo por la noche ya que mi anhelo es demasiado grande como para evadirte. Has conseguido que me de por vencida pero, ¿dónde estás, amor? Hay tantos que te han encontrado, sin embargo, yo sigo paseando encogida por los parques fríos congelados por mi soledad. Yo también quiero que en mi corazón florezca un sublime cultivo, que lo consiga avivar. Que no tenga que escuchar una vez más el repiqueteo hueco de sus latidos. Y es que te necesito tanto…
Cierro los ojos con mi cuerpo triste y solo y despierto con un nuevo brote de esperanza marchito. Creo mis propias fantasías en una hoja de papel desafiando a mi suerte. Cuando sueño despierta, sueño con una fogosa pasión creciendo por mi cuerpo como un fuego que trata de poner alerta a todos mis sentidos. No estaría mal que mis cartas y mis baladas tuvieran al fin algún correspondiente que se las merezca y me las devuelva con la misma intención con la que yo lo hice. Planificar mi vida con otra persona simultáneamente. Uff, ojalá no fuera un simple sueño de novela romántica.

Por mucho que me fatigue, mi corazón no se rinde a buscarte. Voy cada día a algún sitio nuevo probando suerte a encontrarte de una vez. Es raro el día que mi cuerpo no reciba alguna falsa alarma. Es una expresión muy fea, pero franca. Se ilusiona pero, finalmente, se da cuenta de que no ha conseguido hacer derretir y fluir la sangre repartiendo fantasías. No me rendiré, lo tengo claro. Buscaré como pueda en todos los sitios, inclusive mi corazón. Repartiré dulzura y belleza en terrones, compartiré mi optimismo y mi sonrisa con quien quiera acompañarme. Y, posiblemente y con suerte, algún día logre que salgas de tu escondite para colarte en mis entrañas y sembrar una nueva primavera.

Pequeña Gran Libertad

Al fin conseguí llegar allí. El Sol dejaba paso a la Luna, coloreándolo todo de un color dorado tostado. El aire acariciaba mi cabello que se revolvía alocado lleno de expectación, deseando volar en el cielo de otoño. Varias hojas muertas de los árboles chocaban débilmente contra mi abrigo para descender al suelo cubierto de ellas. Mi bufanda no se quedó atrás, ya que, delicadamente, se fue deslizando por mi cuello hasta escapar de él y vagabundear entre el bosque. Conseguí atraparla sin esfuerzo y la até a mi mano. La contemplé intentar escapar de ella y sonreí. Abrí mi puño que la apresaba y decidí dejarla libre ¿Qué más daba? Aquí no hace frío. Me despojé de mi abrigo y mi sombrero de lana colgándolos en la rama de un roble. Inspiré aquel aire meloso y cargado y me tumbé en aquella colina. Comencé a divisar las estrellas que daban paso a una larga noche de verano. ¿Extraño no? Transcurrieron las horas y el viento se quedó atrapado entre las copas de los árboles. Me sorprendió la humedad de la hierba y la acaricié con la palma de mi mano. Es fantástico poder disfrutar de las cuatro estaciones al completo. Tomé una margarita y me sumergí en su aroma fresco e inocente. Se respira tanta vida… Entre mis manos, aquella flor se abrió más y más hasta enseñarme lo que realmente escondía dentro. Es tan bello… Un color rojizo tiñó mis mejillas con suavidad.

Todo es perfecto, ¿quién lo diría? A veces me infunden sentimientos de amor, otros de rebeldía, otros de nostalgia… Las olas de sentimientos se van alternando aquí. Cerré los ojos bajo el manto de estrellas que me arropaba y conseguí escuchar los latidos que le daban vida a esa montaña. El motor que hacía que aquello fuera tan sublime. Y supe desde ese momento que nunca abandonaría ese lugar, que contribuiría a hacer florecer aquel lugar cuando llegara el invierno y quedara congelado. Con los ojos cerrados, coloqué la mano en mi pecho. ¿Así que esto es lo que escondes? Y sentí en ese momento que era yo la que indicaba el estado de todo esto.

Porque yo pertenecía a aquella montaña. Porque esa colina es lo que hay dentro de mí. Porque mi corazón es un pequeño prado hermoso y susceptible a lo que siento y digo. Porque aquel lugar tan presente en mí, me otorgaba una diminuta pero plena libertad.