Porque las palabras nos hacen distintos a las demás especies.
Porque las letras forman parte de nuestra esencia.
Nuestra alma se materializa en papel y tinta y nos ayuda a revelar nuestras ideas e inquietudes. A través de ellas decidimos, reímos, enamoramos y lloramos. Por eso, cada símbolo que aparece en un papel nos determina.
¿Acaso existe algún otro pasaporte más utilizado y simple que nos lleve a la libertad de nuestros sentimientos?

martes, 28 de diciembre de 2010

Paciencia

En estas fechas en las que el frío arranca la calidez de nuestras almas, es un período de preciosa armonía en el que todos se ponen de acuerdo por una vez en amarse.
Las vías de los trenes se congelan atrapando el viaje de mis pensamientos y caricias. Mis manos son incapaces de acariciar la gran capa de nieve que se amontona pero, aún así, percibo el frío de estos días. La navidad es bonita, cargada de esa magia que nos presentan las fiestas y la ilusión. Y esa magia no es ficticia, es tan real como las ganas de volar, de sonreír y de sentirte una reina por un día. Esa magia es real, no obstante, hay que vivirla.
La enfermedad cubre gran parte de mi ser. Una enfermedad que mantiene en calor gran parte de mi cuerpo cuando debería de estar congelado, desconectado, aislado. ¿De qué sirve calentarse la cabeza si no es para derretir el cansancio y la apatía?
Por eso, cerraré los ojos y esperaré a que mis pulmones respiren ese aire cargado de magia y sueños propio de la navidad.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

La sencillez de la vida

¿Y hoy qué va a ser? ¿Destino? ¿Perfección? ¿Belleza sin límite? ¿Amor, amor, amor…?
No lo sé, pero hoy va a ser de algo bueno, bonito, que te transmita paz y honra. No sé cómo voy a conseguirlo, pero sé que me bastará con un poco de magia y entusiasmo. Hoy no voy a alcanzar verdades ni discernir el futuro del presente. Va a ser simple, directo, alocado, pero lleno de una sencillez exquisita.

Si os dijera que esto estaba planeado, me estaría engañando a mí misma. No es felicidad, ni vehemencia, ni simpatía, ni ilusión, sin embargo, no estoy hostil y eso es más que suficiente para sentirme dichosa. Como otras tantas veces, sé que la vida se mide por las pequeñas cosas, esos insignificantes detalles que cambian el modo de ver el mundo. Esas cosas que te hacen preguntar para qué quieres más. Esos momentos tan magníficos en los que te das cuenta de que si tuvieras más, nada cambiaría.

En esos instantes en los que te dan una oportunidad para cambiar y, entonces, no hay sentimiento que te alcance, sólo la sencillez y la belleza del intentar.
http://www.youtube.com/watch?v=1SieeG_PF5o

sábado, 11 de diciembre de 2010

Caricias de fuego

Tras unos cinco minutos, el motor del coche se detuvo al fondo de un callejón cercano al parque del pueblo pero escondido y oscuro. El silencio me inquietaba y sentía cómo me desesperaba por momentos. Mi garganta seguía seca y era incapaz de proferir algún sonido. En casos así, detestaba el silencio: sólo conseguía dificultar aún más la situación. Decidida, carraspeé con fuerza para que además de diluir el nudo de mi garganta, llamara su atención. Se volvió con expresión arrepentida, como si él tuviera la culpa de todo, hasta de que mi corazón ardiera cada vez que mis ojos lo veían.

-Y, bueno, ¿qué hay de ti? ¿Cómo estás?-sonreí lo más que pude quizás demasiado exagerada. Cualquier cosa con darle fin a este calvario…
En ese momento, volvió la mirada al frente a la vez que aferraba con fuerza el volante, tratando de hacerlo pedazos. Me pregunté si habría hecho algo mal. Apretó los dientes con la mirada perdida en el muro de piedra de enfrente.

-¿Cómo me puedes preguntar eso después de tanto tiempo? Deja de decir tonterías. Los dos sabemos lo que está pasando-exhaló profundamente quitándose una carga de encima que llevaría soportando desde hace tiempo. Mi gesto simpático y dulce se borró un poco al comprender que el juego había terminado. Era hora de sincerarse.

-¿Te refieres a…?

-¿Cómo crees sino que he ido como un loco a buscarte? ¿Por qué te he subido a mi coche entonces? Esto se me está yendo de las manos-escondió la cabeza entre las manos, desesperado. Me sentí mal y pasé mi mano con suavidad por su espalda a través de su camisa de algodón.

-Yo también te estaba buscando-traté de consolarlo sintiéndome ridícula. Entonces, él alzó la cabeza y observó mi nuevo vestido blanco y corto. Simultáneamente, dejamos escapar un suspiro.

-Por qué me haces esto…-murmuró para sí con agonía. Como si llorara en silencio.

martes, 7 de diciembre de 2010

Sintonía perfecta

Le doy al play y comienzo a trabajar como todos los días de este agotado mes. Pasan las horas sin que nada cambie ni altere la calurosa tarde de primavera. Sin darme cuenta, comienzo a reconocer y tatarear una de las docenas de canciones que hay en el reproductor. La reconozco, pero no termino de situarla del todo. Mi corazón comienza a latir avisándome de que él ya sabe la causa. Entonces, no tardo en recordar el pasado. El dulce pasado. Un ligero cosquilleo recorre mi cuerpo y cierro los ojos dejándome llevar por la magia del momento.


Entonces, tu voz suena a mi lado, tu presencia invade cada rincón de la habitación, desnudando cualquier secreto oculto, pero no me importa. Una ligera brisa que penetra por la ventana, me trae tu aroma a almendras tostadas. Sonrío y me dejo caer sobre la silla jugando con los límites de mi imaginación.


Te siento cerca. Tu respiración resbala por mi cuello y tus labios recorren mis mejillas con suavidad. Un cierto rubor intenso asciende por mi rostro. Ahora me acaricias con suavidad la cara y besas mis cabellos despeinados. Y me cantas una canción. Nuestra canción. Esa canción que me lleva contigo, que nunca me deja sola. Mis cabellos se erizan y deseo abrazarte para no soltarte nunca más. Ya que te he recuperado, no quiero soltarte.


Pero la canción termina y da paso a otra que suena a psicofonía y no tiene comparación con la nuestra. Abro los ojos y, corriendo, pincho sobre la canción anterior. Percibo cómo te alejas según pasan las centésimas de segundo. Desesperada, le doy más voz a mi locura. Menos mal que estoy sola en casa. Vuelvo a caer sobre la silla desesperada buscando de nuevo tu calor y tu aroma. Puedo estar tranquila, apareces de nuevo. Noto cómo me envuelves con tus brazos y cómo tu mirada se clava en la mía con nostalgia y deseo. Decido dejarme llevar y tomo tu mano acompañándote al recuerdo de nuestra sintonía perfecta.