En estas fechas en las que el frío arranca la calidez de nuestras almas, es un período de preciosa armonía en el que todos se ponen de acuerdo por una vez en amarse.
Las vías de los trenes se congelan atrapando el viaje de mis pensamientos y caricias. Mis manos son incapaces de acariciar la gran capa de nieve que se amontona pero, aún así, percibo el frío de estos días. La navidad es bonita, cargada de esa magia que nos presentan las fiestas y la ilusión. Y esa magia no es ficticia, es tan real como las ganas de volar, de sonreír y de sentirte una reina por un día. Esa magia es real, no obstante, hay que vivirla.
La enfermedad cubre gran parte de mi ser. Una enfermedad que mantiene en calor gran parte de mi cuerpo cuando debería de estar congelado, desconectado, aislado. ¿De qué sirve calentarse la cabeza si no es para derretir el cansancio y la apatía?
Por eso, cerraré los ojos y esperaré a que mis pulmones respiren ese aire cargado de magia y sueños propio de la navidad.
Tranquila, simplemente deja que las ideas fluya y no las retengas mucho tiempo..
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