arrancarme el corazón
de cuajo en mi salón.
Tras llorar y helarme con el frío del desamor,
juré por mi vida que otra vez de amor no sufriría,
así que salí a la calle y me refugié con la esperanza de no volver a enarmorarme.
¿Cuántos valientes se habrán atrevido a desafiar al amor?
Mas, cuando, muerta de frío, por la calle deambulaba,
mi cuerpo reaccionó como si de una estufa se tratara
la mano que me sujetaba.
Y me sobró la razón, el frío y la calle
cuando a mi salón volví y miré la calle:
¿Y cuántos lo habrían conseguido sin morir de frío?
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