Porque las palabras nos hacen distintos a las demás especies.
Porque las letras forman parte de nuestra esencia.
Nuestra alma se materializa en papel y tinta y nos ayuda a revelar nuestras ideas e inquietudes. A través de ellas decidimos, reímos, enamoramos y lloramos. Por eso, cada símbolo que aparece en un papel nos determina.
¿Acaso existe algún otro pasaporte más utilizado y simple que nos lleve a la libertad de nuestros sentimientos?

sábado, 11 de diciembre de 2010

Caricias de fuego

Tras unos cinco minutos, el motor del coche se detuvo al fondo de un callejón cercano al parque del pueblo pero escondido y oscuro. El silencio me inquietaba y sentía cómo me desesperaba por momentos. Mi garganta seguía seca y era incapaz de proferir algún sonido. En casos así, detestaba el silencio: sólo conseguía dificultar aún más la situación. Decidida, carraspeé con fuerza para que además de diluir el nudo de mi garganta, llamara su atención. Se volvió con expresión arrepentida, como si él tuviera la culpa de todo, hasta de que mi corazón ardiera cada vez que mis ojos lo veían.

-Y, bueno, ¿qué hay de ti? ¿Cómo estás?-sonreí lo más que pude quizás demasiado exagerada. Cualquier cosa con darle fin a este calvario…
En ese momento, volvió la mirada al frente a la vez que aferraba con fuerza el volante, tratando de hacerlo pedazos. Me pregunté si habría hecho algo mal. Apretó los dientes con la mirada perdida en el muro de piedra de enfrente.

-¿Cómo me puedes preguntar eso después de tanto tiempo? Deja de decir tonterías. Los dos sabemos lo que está pasando-exhaló profundamente quitándose una carga de encima que llevaría soportando desde hace tiempo. Mi gesto simpático y dulce se borró un poco al comprender que el juego había terminado. Era hora de sincerarse.

-¿Te refieres a…?

-¿Cómo crees sino que he ido como un loco a buscarte? ¿Por qué te he subido a mi coche entonces? Esto se me está yendo de las manos-escondió la cabeza entre las manos, desesperado. Me sentí mal y pasé mi mano con suavidad por su espalda a través de su camisa de algodón.

-Yo también te estaba buscando-traté de consolarlo sintiéndome ridícula. Entonces, él alzó la cabeza y observó mi nuevo vestido blanco y corto. Simultáneamente, dejamos escapar un suspiro.

-Por qué me haces esto…-murmuró para sí con agonía. Como si llorara en silencio.

1 comentario:

  1. No acabo de entender bien, la historia, supongo que es porque solo es un fragmento, pero yo creo que mola. =)

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