Al ritmo del reloj,
Doce campanadas
Clamaron dolor.
La niña sumisa
Huye, pequeña,
Por senderos de plata.
El hombre encantado
La sigue, la sigue,
Pero se escapa de sus manos.
¡Ay pobre niña
Por haber cerrado los ojos!
¡Ay pobre hombre,
Que se quedó atrapado
En su dulce letargo!
Niña, no abras los ojos,
No los abras más,
Porque el dolor de tu pecho
Me hará llorar.
Eran las doce cuando,
Al ritmo del reloj,
Doce campanadas
Gritaron amor.
Uoooo que poetisa
ResponderEliminarPrecioso ^^
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