Porque las palabras nos hacen distintos a las demás especies.
Porque las letras forman parte de nuestra esencia.
Nuestra alma se materializa en papel y tinta y nos ayuda a revelar nuestras ideas e inquietudes. A través de ellas decidimos, reímos, enamoramos y lloramos. Por eso, cada símbolo que aparece en un papel nos determina.
¿Acaso existe algún otro pasaporte más utilizado y simple que nos lleve a la libertad de nuestros sentimientos?

miércoles, 27 de abril de 2011

Teoría

Hoy, como otros innumerables días, entro en este cuchitril que llamo habitación y te busco sin demora. Te encuentro en el rincón de siempre, hoy tampoco me abandonaste. Te abrazo y trato de hallar el consuelo a todas las emociones acumuladas del día. Me sumerjo en tu suavidad y en tu dulce olor a inocencia. Con ojos brillantes te pregunto qué es lo que ha cambiado hoy con respecto a los otros días. Tú, como de costumbre, no respondes. Yo te vuelvo a preguntar por enésima vez por qué me pasa esto a mí, y tú permaneces impasible, como siempre. Entonces rompo a llorar desesperadamente porque he necesitado todo el tiempo que llevo viviendo, que es bastante, para conocer la respuesta. Me cubro el rostro con las manos ignorándote por unos segundos. Cuando me vuelvo a acordar de ti, te presento mi teoría. “El ser humano es gilipollas”.
Así es. La estupidez es la culpable de que nuestra especie se considere imperfecta. Ante tal confesión me observas de forma indiferente con tu habitual sonrisa en los labios. Hipócrita. En realidad, te pareces tanto a mí…

Está bien, al ver tu sarcasmo no puedo evitar darte la explicación de mi teoría tan general y rotunda. El ser humano es gilipollas, estúpido, idiota, tonto, bobo, imbécil, etcétera, por una razón muy simple; le resulta muy fácil criticar, sin embargo, le resulta imposible juzgarse a sí mismo con objetividad. Y punto. ¿Ahora qué me dices?
Nada, repetidamente me ignoras y me envías miradas y sonrisas empalagosas. Ciertamente, todo hay que decirlo, no es nada nuevo para ti. Ni para mí. Por la razón que he citado anteriormente, soy gilipollas. Soy estúpida en el colegio, soy imbécil en los pasillos de éste, soy idiota en los recreos y soy subnormal del todo con mis compañeros de clase. No tengo amigos, sólo te tengo a ti. Culpo a mis compañeros de que pasan de mí y se burlan a mis espaldas, que no me dirigen la palabra, que son malvados pero, ¿es que yo acaso alguna vez les he saludado siquiera? Ni eso. Es muy fácil criticar.
Pero esto se acabó, no es que vaya a dejar de ser estúpida, pero sí que voy a ser una persona a partir de ahora. Y voy a empezar despidiéndome de ti. Porque siempre he sido como tú: hermosa e indiferente por fuera y pura sensibilidad por dentro. Y hoy ya no quiero ser así: una muñeca con ojos de cristal y sonrisa pintada.
Hoy quiero llorar, quiero reír, quiero hablar, quiero luchar y perder, quiero competir y ganar, quiero enamorarme, quiero querer, quiero ser feliz de verdad y no quiero fingir. HOY QUIERO CRITICARME Y QUERERME POR ELLO. Por eso, mi dulce amiga, adiós.

2 comentarios:

  1. Precioso texto y muy cierto, la verdad. Yo tambien he pensado muchas veces que lso demás me juzgan sin pensar en que me equivoco yo.
    Me gusta tu blog, te sigo :)
    Te dejo el mio por si te interesa pasarte http://cuandoelbienyelmal.blogspot.com/
    Saludos!!

    ResponderEliminar
  2. Espero que sea esto lo que te haga feliz, porque lo mereces

    ResponderEliminar