Porque las palabras nos hacen distintos a las demás especies.
Porque las letras forman parte de nuestra esencia.
Nuestra alma se materializa en papel y tinta y nos ayuda a revelar nuestras ideas e inquietudes. A través de ellas decidimos, reímos, enamoramos y lloramos. Por eso, cada símbolo que aparece en un papel nos determina.
¿Acaso existe algún otro pasaporte más utilizado y simple que nos lleve a la libertad de nuestros sentimientos?

miércoles, 13 de octubre de 2010

Caricias de fuego

Las lágrimas no dejaban de recorrer el contorno de mis mejillas. Quería detenerlas, pero no podía. Me dolía tanto el corazón que pensé que me iba a desmayar allí mismo. Así él comprobaría mi sufrimiento. Pero no me comprendía. Con su otra mano, acarició mis mejillas secándome las lágrimas a la vez que yo trataba de resistirme en vano.
-¡Suéltame! ¡Olvídame si eso es lo que quieres! ¡Sólo te diré una cosa: te quiero desde el primer día, y ni siquiera e intentado olvidarte por no marchitar aquel recuerdo tan bello que me regalaste! ¡Así que no estropees las cosas!-grité tanto como me permitía mi garganta entre sollozos. Tendría que estar patética con el maquillaje corrido por la cara, pero me daba igual, todo había acabado.

Su semblante se volvió serio y su respiración se hizo más profunda. Y, de repente, como el sueño que siempre había tenido desde que lo conocí, presionó con fuerza sus labios contra los míos. Me agarró la cabeza y me contuvo así, sintiendo el tacto de sus suaves labios. Sintiendo que el mundo se caía bajo mis pies y yo seguía a salvo, saboreando su amor. Después de un momento, cuando la tensión  que reinaba se deshizo, dejé entreabrir mis labios, invitándolo a seguir con nuestra peculiar aventura, a seguir con nuestra historia de amor. La fricción de nuestras lenguas me advirtió de que conocerlo era lo mejor que me había pasado en la vida, de que merecía la pena cada lágrima que derramara por él y cada sonrisa que esbozara. Todo valdría la pena si lo hacíamos juntos.
Después de esos sagrados e inolvidables minutos, separamos nuestros labios con suavidad dejando que nuestros alientos satisfechos se entremezclaran mutuamente. Nos quedamos exhaustos y mudos al probar aquella fuente de magia y placer inagotable.

1 comentario:

  1. Me encanta... una vez más nos muestras a esa escritora que llevas dentro y que algún día nos deleitará con grandes palabras...

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