Porque las palabras nos hacen distintos a las demás especies.
Porque las letras forman parte de nuestra esencia.
Nuestra alma se materializa en papel y tinta y nos ayuda a revelar nuestras ideas e inquietudes. A través de ellas decidimos, reímos, enamoramos y lloramos. Por eso, cada símbolo que aparece en un papel nos determina.
¿Acaso existe algún otro pasaporte más utilizado y simple que nos lleve a la libertad de nuestros sentimientos?

viernes, 26 de noviembre de 2010

La rojas

-Adri, ¿qué te ha dicho la rojas?-Tomás se inclina y me mira con su típica sonrisa pícara. Sí, Blanca es más conocida por la rojas que por Blanca, su verdadero nombre, debido a su extrema timidez.
-Nada, que la ayudara con un ejercicio.
-Le gustas.-Lo dice sin un atisbo de asombro. Desvía la mirada hacia ella y suspira.
-¿Otra vez? A ver, que no Tomás, que no, que es la amiga de mi hermana. Y además, yo ya tengo a Gloria y ella lo sabe.-Noto como se altera mi voz de forma inconsciente. Él entorna los ojos como si dijera “te lo dije”.
-¿Y es que tener novia impide que otras se fijen en ti?-se centra en los garabatos de mi cuaderno-En fin, ya sé que la rojas no es un gran partido del que estar orgulloso, pero las cosas son así. Yo que tú le dejaba las cosas claras antes de que las cosas empeoren.
-Desde luego, no puedo creer las tonterías que puedes llegar a decir en un minuto.-Suena el timbre y veo la oportunidad de escabullirme de las advertencias de Tomás.
 Vuelve a vibrar el timbre anunciando el fin del recreo. Todos vuelven a sus aulas y los pasillos son un caos. Mientras espero en la puerta, Blanca dobla la esquina y se va abriendo paso entre la multitud.


De repente, los pasillos se ven más despejados, la veo más clara. Ella me mira a los ojos directamente, me enfrenta, ignorando el color fuego de sus mejillas. Se muerde el labio con suavidad mientras sus pasos van dirigidos hacia mí. Percibo los latidos de su frenético corazón, cómo sus pupilas se contraen y su respiración se agita. Sus ojos se humedecen, lo que le aporta una apariencia más frágil. Cada vez estamos más cerca. En los pasillos ya no hay nadie. Definitivamente, soy su objetivo.


-¡Hola, amor! ¿Dónde te has metido?-Gloria rodea sus brazos en torno a mi cuello y me planta un inesperado beso en los labios. Doy un paso atrás sorprendido por tal efusividad, y consciente ya, acaricio su cintura con mis manos como siempre he hecho.


Cuando separamos nuestros labios, vuelvo la mirada hacia el pasillo, recordando lo que estaba pasando antes de que me cortara la respiración mi chica. Pero en el pasillo no hay nadie, no hay nada. Bajo la mirada avergonzado y triste. Gloria me pregunta con la mirada.


-¿A quién buscas?
-A nadie, sólo quería asegurarme de que Tomás había entrado en la clase. Tengo que hablar con él.

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